Ahora estás ante otro de los cinco accesos a la antigua villa amurallada: la puerta de Navarra.
Por este puente transcurría el Camino Real de Francia a Navarra, de ahí su nombre. Al ser un importante lugar de paso, se utilizaba como aduana. La construcción data del siglo XIII, y en sus orígenes contaba con cuatro arcos, todos de distinto tamaño. En el siglo XVIII se añade un quinto vano, el más próximo al Convento de Santa Clara.
Tal vez, al pasar por el puente, hayas visto a jóvenes en bateles, y te preguntes cómo es posible que se pueda practicar remo en el río. Pues bien, tiene su explicación. Antiguamente se celebraban competiciones entre grupos locales, y ambos lados del río se llenaban de espectadores. Ahora, el club TAK, cuya sede está debajo del Tinglado, cuenta con más de 100 jóvenes. Y es el único club de interior que compite en la liga de traineras en el mar Cantábrico.
El trabajo de limpieza y regeneración del río, y la posterior instalación de una presa hinchable al norte del puente han permitido que esto sea posible. A día de hoy, además del remo, se pueden realizar actividades acuáticas, como la piragua o el paddle surf.
También hay quienes practican slackline de un lado al otro del río, manteniendo el equilibrio de forma magistral. ¿Te animas con alguna de estas actividades?
Cruza el puente hasta el siguiente punto de la visita: el Convento de Santa Clara.