Has llegado a un punto que reúne muchos lugares de interés y mil historias que contar. Vayamos por partes.
Por un lado, tenemos el Parque Arqueológico. Pero lo que vemos no son restos, sino los cimientos de un palacio de 1538, cuya construcción nunca se llegó a culminar. El proyecto, obra de Luis de la Vega, arquitecto de Carlos V, contemplaba la construcción de un majestuoso palacio renacentista.
Los trabajos comenzaron por orden de los progenitores de Alonso Idiaquez, pero años más tarde, él mismo decidió paralizarlos para iniciar otro proyecto en San Sebastián. Enamorado de la donostiarra Gracia Olazabal, encargó la construcción del Convento de San Telmo, para ser enterrado allí, junto a ella.
El hallazgo fue fruto de unos trabajos de excavación que se realizaron en 2004. Y, debajo de estos cimientos, también se encontraron los restos de una necrópolis de la Edad Media y parte de la antigua muralla.
Una vez descartado ya el proyecto del palacio de los Idiaquez, en el siglo XVII se construye al lado el Palacio de Aramburu, por orden del capitán Pedro Aramburu Salsoro. Su hijo, Miguel de Aramburu, instaló en el sótano una imprenta, donde se imprimieron por vez primera los Fueros de Gipuzkoa, en 1669. A día de hoy, en su interior se encuentran la Biblioteca y el Archivo Municipal, además de una sala de exposiciones.
El moderno edificio que encontramos a su lado es la reconstrucción de uno de los tres molinos que había en Tolosa. De hecho, aún se pueden ver desde el interior la infraestructura hidráulica del original, que databa de 1322. Hoy, alberga la Biblioteca Infantil y un punto de encuentro de viajeros y viajeras.
Cerrando el círculo, encontramos una obra que dedicó el famoso escultor Eduardo Chillida al poeta Xabier Agirre, más conocido como ‘Lizardi’. Chillida relataba que lo más importante de la obra es, precisamente, lo que no existe, la ventana a través la cual se puede ver.
Lizardi, fue una de las figuras más relevantes del Renacimiento Vasco. Precisamente, hace unas décadas se bautizó a esta zona como Euskal Pizkundearen plaza, en honor al movimiento cultural y político a favor de la lengua vasca que surgió a mediados del siglo XIX, y tuvo a Tolosa como uno de los puntos clave en el siglo XX. Sí, la vida cultural, es también una de las señas de identidad más reseñables de Tolosa.
Vuelve al Ayuntamiento y coge ahora la calle de la izquierda para seguir el recorrido hasta el siguiente punto: la Casa Lapaza.